martes, 8 de enero de 2008

La virgen de la Caridad


La virgen de la Caridad
(Cuba, 1930)
Dirección: Ramón Peón.
Intérpretes: Miguel Santos, Diana V. Marde, Matilde Mauri, Francisco Muñoz, Guillermo de la Torre.

Estrenado simultáneamente el 8 de septiembre de 1930 en las seis provincias que había entonces en Cuba, este largometraje silente tuvo una cálida acogida y aún hoy se contempla con respeto y admiración. Su argumento fue escogido a través de un concurso convocado por el periódico habanero El Mundo, y Ramón Peón –un pionero de la cinematografía cubana– tuvo a su cargo la adaptación y la dirección.

La trama está centrada en los amores de Yeyo (Miguel Santos), un joven campesino humilde, y Trina (Diana V. Marde), hija de un terrateniente. El padre de Trina desea casarla con el malvado Guillermo Fernández (Guillermo de la Torre), el hijo de un poderoso ganadero. Cuando Yeyo y su abuela Ritica (Matilde Mauri) están a punto de ser injustamente despojados de su finca La Bijirita, y Trina a un paso de unirse al villano de la historia, el inesperado descubrimiento del título de propiedad de las tierras, que estaba oculto dentro de una imagen de la Virgen de la Caridad, da un giro de 180 grados a los acontecimientos.

La película tiene un inteligente libreto, buenas locaciones en exteriores, secuencias con un magnífico montaje (por ejemplo, la de la carrera de caballos) e interpretaciones que, en una época en que los actores de cine aún era bastante ampulosos, llaman la atención por su mesura.

Uno de los mayores elogios que ha recibido esta singular joya de la cinematografía cubana proviene del historiador francés George Sadoul, quien se entusiasmó al descubrirla y declaró: “He recibido una grata sorpresa con La virgen de la Caridad, una película silente de mucha calidad, que puede calificarse de neorrealista. He observado toda la producción de Argentina y Brasil correspondiente a los años de esta película cubana y no hay en aquellos países nada superior. Excelente por la actuación de los artistas, la dirección, el montaje y el decorado natural”.

El fotógrafo Néstor Almendros escribió que Ramón Peón era “un artista visual, un narrador de excepcional talento”, y lo denominó “el Griffith cubano”.